jueves, 4 de febrero de 2016

La Naturalidad de la Muerte y la Resurrección



Plantea entre otras cosas el signo de Ifá: Osa Ka (9-14): “Lo mas natural en la vida es la muerte”. Esto se podría interpretar fácilmente como que todo lo que nace muere.
La mayoría de las personas están convencidas, que la muerte es la ultima etapa de un proceso natural. Aquí cabria bien una conocida frase hecha canción: “nada es eterno en el mundo”. Evidentemente la muerte causa mucho dolor, sobre todo si el o la que fallece es un ser querido. Nadie se resigna de buenas a primera, de aceptarla como algo normal.
Obviamente en nuestra cultura no se nos ha preparado para aceptar la muerte, como algo que nadie puede detener. La mayoría de las veces nos dejamos controlar por las emociones y actuamos más con el corazón que con el cerebro.
Así ante la desaparición de un ser muy allegado, es común oír frases tales como: “Dios no existe porque me dejo sin padre o sin madre”; “Señor porque te llevaste a mi único (a) hijo (a), ahora quede desamparado (a) y no vale la pena vivir”; “Dios en verdad no es justo se lleva a fulano que era una persona trabajadora, respetuosa, buen hijo (a), padre o madre y los delincuentes que le quitaron la vida siguen haciendo lo que les da la gana”.
Todas son expresiones cargadas de una gran emotividad, donde se juzga alegremente a Dios todopoderoso, el omnipotente, el que todo lo puede, sin que se le escape nada. En esta ultima frase quizás este una posible respuesta, a todas esas preguntas-reclamos cargadas de mucho sentimiento y pesar. “El que todo lo puede”. Si en verdad El lo quiso así y no de otra manera, suponemos que tendría sus razones, que como simples mortales no deberíamos cuestionar a menos que juguemos a ser Dioses y cambiar el orden natural.
Quizás sea oportuno recordarle a quienes así se expresen lo que dice otro signo del Oráculo de Ifá: Ika Yekun (14-2). Este ordun plantea una total coordinación con el signo mencionado anteriormente Osa ka, en lo referido al tema de la muerte.
Dice Ika Yekun: “Unos nacen y otros mueren, esa es la vida”. No pretenderá alguien pensar que nadie debería morir. Se imaginan por un instante la tasa de mortalidad en cero y la índices de natalidad subiendo cada día. Desde el punto de vista de las variables de población, eso es estadísticamente imposible.
Muchas personas se regocijan, ríen y celebran el nacimiento de un niño (a). Pero esas mismas personas también quedan apesadumbradas y lloran ante la acción de la muerte.
Que tal si invertimos los hechos y lloramos ante un nacimiento y nos alegramos cuando un ser querido es solicitado por la majestuosa e inflexible muerte. Ante esta propuesta es casi seguro que muchos lectores dirán que el autor del presente artículo, tiene un corto circuito en su cerebro. Pero fíjense que no y aunque usted no lo crea esto se lleva a cabo en el Tíbet, tierra donde están confinados los Lamas, quienes practican el Budismo.
A propósito de la vida y la muerte dijo Buda lo siguiente:
“Esta existencia nuestra es tan pasajera
como las nubes de otoño.
Observen el nacimiento y la muerte de los seres
es como contemplar los movimientos de un baile.
La vida entera es como un relámpago en el cielo;
se precipita a su fin como un torrente
por una empinada montaña”.
Palabras muy sabias que resumen lo efímero de la vida y la naturalidad de la muerte.
Por otra parte dice Su Santidad el Dalai Lama en el prologo de “El libro Tibetano de la vida y la muerte”, cuyo autor es Sogyal Rimpoché, lo siguiente:
“La muerte es una parte natural de la vida que todos debemos afrontar tarde o temprano. Según mi entendimiento, son dos las actitudes que podemos adoptar ante ella mientras vivimos: o bien elegimos no pensar en ella, o bien podemos hacer frente a la perspectiva de nuestra propia muerte y, reflexionando con claridad sobre ella, tratar de reducir al mínimo el sufrimiento que puede producir”.
Lo que plantea el Dalai Lama es muy propio del Budismo y que conlleva al renacimiento o renacer del ser según los karmas que haya adquirido en vida.
Para los cristianos la cuestión de la muerte tiene otras connotaciones: nacer- vivir- morir- resucitar. El Dios de los cristianos tiene poder ante la muerte, la desafía sin temor.
Así lo muestra el conocido dialogo entre Marta, la hermana de Lázaro y Jesús, cuando este le dijo: “Tu hermano se levantara” y Marta le dijo: “Yo se que se levantara en la resurrección en el ultimo día”. Le dijo Jesús:”Yo soy la resurrección y la vida. El que ejerce fe en mi, aunque muera, llegara a vivir y todo el que vive y ejerce fe en mi no morirá jamás” (Evangelio de Juan, 17:23-26). Por supuesto Jesús levanto a Lázaro de los muertos.
Continuando con la concepción de la muerte encontramos en la Biblia, Evangelio de Mateo (22:31-32) lo siguiente: “Respecto a la resurrección de los muertos ¿No leyeron lo que les hablo Dios al decir: Yo soy el Dios de Abrahán y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? El no es Dios de muertos sino de vivos”. Este pasaje palabras más, palabras menos, también lo tratan los Evangelios de Marcos y Lucas.
Sin embargo nos quedan algunas interrogantes por esclarecer:
1.- Es obvio que para poder resucitar, previamente se debe morir.
2.- Afirmo Jesús: “ no hay un Dios de muertos, sino de vivos”.
3.- Jesús resucitó de entre los muertos solo para seguir con los vivos, pues según su afirmación anterior los muertos no cuentan, no necesitan de Dios.
4.- ¿Entonces es creíble esa parte del credo de los cristianos que dice?: “...y resucitó de entre los muertos y subió a los cielos…..”.
Sin embargo surgen las dudas, El como muerto resucito, pero no es un Dios de muertos.
La posible explicación que vemos en este enredo es que Jesús se refería a la materia, a la carne que muere y se descompone. Por el contrario el espíritu es incorruptible y sigue vivo. Esto más o menos es lo que se desprende del Evangelio de Juan en 5:28-29 y luego en 6: 44 en los cuales se dice que los muertos que fueron justos en su resurrección serán vestidos de incorrupción e inmortalidad y los injustos o malos, tendrán resurrección de condenación. Serán arrojados al fuego del infierno a una segunda muerte.
Mientras tanto los muertos estarán en sus tumbas, corruptos, en estado de putrefacción o pulverizados, hasta que llegue el día de la resurrección. Amanecerá y veremos.
Por otra parte en el Islamismo también se trata el tema de la muerte y la resurrección. Así observamos en el Corán, Sura LXXV, titulado: La Resurrección, lo siguiente:
“Entonces se le harán conocer al hombre las obras que ha cometido y las que ha omitido” (versículo 13).Esto es una enumeración de cargos en un juicio que se le hace a alguien.
“El hombre será un testigo ocular que declarara contra si mismo” (versículo 14). Se podría agregar: deberá decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Sino pierde.
“¿Cree el hombre que se le dejara libre?” (versículo 36).Entendemos que será libre cuando se le juzgue y salga favorecido.
Para cerrar con broche de oro dice la Sura LXXV, en su versículo 40 lo siguiente:
“¿No es este Dios bastante poderoso para hacer revivir a los muertos?”. Cualquier parecido con el juicio final de los cristianos, es pura y simple coincidencia.
Encontramos muy interesante el versículo 107 de la Sura II del Corán, el cual expresa: “Los judíos dicen: los cristianos no se apoyan en nada; los cristianos por su parte dicen: los judíos no se apoyan en nada; y sin embargo, unos y otros leen Las Escrituras; los que no conocen nada (los árabes idolatras) emplean lenguaje semejante.
El día de la resurrección, Dios decidirá entre ellos acerca del objeto de la disputa. Es increíble la forma como se acusan unos y otros. Lo peor de todo esto es que esa pelea entre Israel y Palestina aun continúa en pleno siglo XXI.
En lo que respecta a la religión Yoruba, la muerte o Ikú asume otras particularidades, que la hacen ver distinta de cómo se actúa en el Cristianismo, Judaísmo, Islamismo y Budismo.
Así observamos lo que dice Oba Ecun en su libro:”Ituto, ritos a los difuntos”: “La religión Yoruba toma muy en serio las cuestiones de la vida y la muerte. Ikú - la muerte se ocupa como el Caronte – Griego, de acompañar y guiar al espíritu del difunto en su viaje de regreso al origen. A diferencia de los antiguos Griegos, los creyentes de la religión Yoruba no se van después de muertos al “infierno”, sino que van a juntarse a lo que galliano llama: “lo permanente e invariable”, es decir Olodumare – Dios”.
En otras palabras los muertos se funden con el espíritu principal y el de los 17 Irunmale (espíritus que existían en el cielo antes de crearse el planeta Tierra) que surgen del pensamiento de Olodumare, incluida Ikú.
Se debe aclarar que para los practicantes de la religión Yoruba, no se dan esas discusiones que tienen desde tiempos inmemoriales los cristianos y judíos, en lo que respecta al alma y el espíritu. Se toca este punto porque esta asociado íntimamente a la muerte.
En la religión Yoruba el alma es la segunda parte del espíritu, pues al entrar este en el cuerpo humano, es como si en ese instante que posee un nuevo cuerpo humano, este se divide en dos. Es decir la parte humana y la otra que permanece en el mismo cuerpo y que es totalmente espiritual.
Para los Yorubas el proceso de nacer, morir y volver a nacer, cada vez nos acerca mas al día (¿juicio final?) en el que Olodumare nos juzgue y después de salir de ese juicio, nos transformemos en un espíritu de alta luz, tan elevado que seamos dignos de convivir eternamente con El. ¿Sera esto la resurrección o volver al origen?.




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