Plantea entre
otras cosas el signo de Ifá: Osa Ka (9-14): “Lo mas natural en la vida es la
muerte”. Esto se podría interpretar fácilmente como que todo lo que nace muere.
La mayoría de
las personas están convencidas, que la muerte es la ultima etapa de un proceso
natural. Aquí cabria bien una conocida frase hecha canción: “nada es eterno en
el mundo”. Evidentemente la muerte causa mucho dolor, sobre todo si el o la que
fallece es un ser querido. Nadie se resigna de buenas a primera, de aceptarla
como algo normal.
Obviamente en
nuestra cultura no se nos ha preparado para aceptar la muerte, como algo que
nadie puede detener. La mayoría de las veces nos dejamos controlar por las
emociones y actuamos más con el corazón que con el cerebro.
Así ante la
desaparición de un ser muy allegado, es común oír frases tales como: “Dios no
existe porque me dejo sin padre o sin madre”; “Señor porque te llevaste a mi
único (a) hijo (a), ahora quede desamparado (a) y no vale la pena vivir”; “Dios
en verdad no es justo se lleva a fulano que era una persona trabajadora,
respetuosa, buen hijo (a), padre o madre y los delincuentes que le quitaron la
vida siguen haciendo lo que les da la gana”.
Todas son
expresiones cargadas de una gran emotividad, donde se juzga alegremente a Dios
todopoderoso, el omnipotente, el que todo lo puede, sin que se le escape nada.
En esta ultima frase quizás este una posible respuesta, a todas esas
preguntas-reclamos cargadas de mucho sentimiento y pesar. “El que todo lo
puede”. Si en verdad El lo quiso así y no de otra manera, suponemos que tendría
sus razones, que como simples mortales no deberíamos cuestionar a menos que
juguemos a ser Dioses y cambiar el orden natural.
Quizás sea
oportuno recordarle a quienes así se expresen lo que dice otro signo del Oráculo
de Ifá: Ika Yekun (14-2). Este ordun plantea una total coordinación con el
signo mencionado anteriormente Osa ka, en lo referido al tema de la muerte.
Dice Ika
Yekun: “Unos nacen y otros mueren, esa es la vida”. No pretenderá alguien
pensar que nadie debería morir. Se imaginan por un instante la tasa de
mortalidad en cero y la índices de natalidad subiendo cada día. Desde el punto
de vista de las variables de población, eso es estadísticamente imposible.
Muchas
personas se regocijan, ríen y celebran el nacimiento de un niño (a). Pero esas
mismas personas también quedan apesadumbradas y lloran ante la acción de la
muerte.
Que tal si
invertimos los hechos y lloramos ante un nacimiento y nos alegramos cuando un
ser querido es solicitado por la majestuosa e inflexible muerte. Ante esta
propuesta es casi seguro que muchos lectores dirán que el autor del presente artículo,
tiene un corto circuito en su cerebro. Pero fíjense que no y aunque usted no lo
crea esto se lleva a cabo en el Tíbet, tierra donde están confinados los Lamas,
quienes practican el Budismo.
A propósito de la vida y la muerte dijo Buda lo
siguiente:
“Esta
existencia nuestra es tan pasajera
como las
nubes de otoño.
Observen el
nacimiento y la muerte de los seres
es como
contemplar los movimientos de un baile.
La vida
entera es como un relámpago en el cielo;
se precipita
a su fin como un torrente
por una
empinada montaña”.
Palabras muy
sabias que resumen lo efímero de la vida y la naturalidad de la muerte.
Por otra parte
dice Su Santidad el Dalai Lama en el prologo de “El libro Tibetano de la vida y
la muerte”, cuyo autor es Sogyal Rimpoché, lo siguiente:
“La muerte es
una parte natural de la vida que todos debemos afrontar tarde o temprano. Según
mi entendimiento, son dos las actitudes que podemos adoptar ante ella mientras
vivimos: o bien elegimos no pensar en ella, o bien podemos hacer frente a la
perspectiva de nuestra propia muerte y, reflexionando con claridad sobre ella,
tratar de reducir al mínimo el sufrimiento que puede producir”.
Lo que
plantea el Dalai Lama es muy propio del Budismo y que conlleva al renacimiento
o renacer del ser según los karmas que haya adquirido en vida.
Para los
cristianos la cuestión de la muerte tiene otras connotaciones: nacer- vivir-
morir- resucitar. El Dios de los cristianos tiene poder ante la muerte, la desafía
sin temor.
Así lo
muestra el conocido dialogo entre Marta, la hermana de Lázaro y Jesús, cuando
este le dijo: “Tu hermano se levantara” y Marta le dijo: “Yo se que se
levantara en la resurrección en el ultimo día”. Le dijo Jesús:”Yo soy la
resurrección y la vida. El que ejerce fe en mi, aunque muera, llegara a vivir y
todo el que vive y ejerce fe en mi no morirá jamás” (Evangelio de Juan,
17:23-26). Por supuesto Jesús levanto a Lázaro de los muertos.
Continuando
con la concepción de la muerte encontramos en la Biblia, Evangelio de Mateo
(22:31-32) lo siguiente: “Respecto a la resurrección de los muertos ¿No leyeron
lo que les hablo Dios al decir: Yo soy el Dios de Abrahán y el Dios de Isaac y
el Dios de Jacob? El no es Dios de muertos sino de vivos”. Este pasaje palabras
más, palabras menos, también lo tratan los Evangelios de Marcos y Lucas.
Sin embargo
nos quedan algunas interrogantes por esclarecer:
1.- Es obvio que
para poder resucitar, previamente se debe morir.
2.- Afirmo Jesús:
“ no hay un Dios de muertos, sino de vivos”.
3.- Jesús
resucitó de entre los muertos solo para seguir con los vivos, pues según su
afirmación anterior los muertos no cuentan, no necesitan de Dios.
4.- ¿Entonces
es creíble esa parte del credo de los cristianos que dice?: “...y resucitó de
entre los muertos y subió a los cielos…..”.
Sin embargo
surgen las dudas, El como muerto resucito, pero no es un Dios de muertos.
La posible
explicación que vemos en este enredo es que Jesús se refería a la materia, a la
carne que muere y se descompone. Por el contrario el espíritu es incorruptible
y sigue vivo. Esto más o menos es lo que se desprende del Evangelio de Juan en
5:28-29 y luego en 6: 44 en los cuales se dice que los muertos que fueron
justos en su resurrección serán vestidos de incorrupción e inmortalidad y los
injustos o malos, tendrán resurrección de condenación. Serán arrojados al fuego
del infierno a una segunda muerte.
Mientras
tanto los muertos estarán en sus tumbas, corruptos, en estado de putrefacción o
pulverizados, hasta que llegue el día de la resurrección. Amanecerá y veremos.
Por otra
parte en el Islamismo también se trata el tema de la muerte y la resurrección. Así
observamos en el Corán, Sura LXXV, titulado: La Resurrección, lo siguiente:
“Entonces se
le harán conocer al hombre las obras que ha cometido y las que ha omitido”
(versículo 13).Esto es una enumeración de cargos en un juicio que se le hace a
alguien.
“El hombre
será un testigo ocular que declarara contra si mismo” (versículo 14). Se podría
agregar: deberá decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Sino
pierde.
“¿Cree el
hombre que se le dejara libre?” (versículo 36).Entendemos que será libre cuando
se le juzgue y salga favorecido.
Para cerrar
con broche de oro dice la Sura LXXV, en su versículo 40 lo siguiente:
“¿No es este
Dios bastante poderoso para hacer revivir a los muertos?”. Cualquier parecido
con el juicio final de los cristianos, es pura y simple coincidencia.
Encontramos
muy interesante el versículo 107 de la Sura II del Corán, el cual expresa: “Los
judíos dicen: los cristianos no se apoyan en nada; los cristianos por su parte
dicen: los judíos no se apoyan en nada; y sin embargo, unos y otros leen Las
Escrituras; los que no conocen nada (los árabes idolatras) emplean lenguaje
semejante.
El día de la
resurrección, Dios decidirá entre ellos acerca del objeto de la disputa. Es
increíble la forma como se acusan unos y otros. Lo peor de todo esto es que esa
pelea entre Israel y Palestina aun continúa en pleno siglo XXI.
En lo que
respecta a la religión Yoruba, la muerte o Ikú asume otras particularidades,
que la hacen ver distinta de cómo se actúa en el Cristianismo, Judaísmo,
Islamismo y Budismo.
Así
observamos lo que dice Oba Ecun en su libro:”Ituto, ritos a los difuntos”: “La
religión Yoruba toma muy en serio las cuestiones de la vida y la muerte. Ikú -
la muerte se ocupa como el Caronte – Griego, de acompañar y guiar al espíritu
del difunto en su viaje de regreso al origen. A diferencia de los antiguos
Griegos, los creyentes de la religión Yoruba no se van después de muertos al
“infierno”, sino que van a juntarse a lo que galliano llama: “lo permanente e
invariable”, es decir Olodumare – Dios”.
En otras
palabras los muertos se funden con el espíritu principal y el de los 17
Irunmale (espíritus que existían en el cielo antes de crearse el planeta
Tierra) que surgen del pensamiento de Olodumare, incluida Ikú.
Se debe
aclarar que para los practicantes de la religión Yoruba, no se dan esas
discusiones que tienen desde tiempos inmemoriales los cristianos y judíos, en
lo que respecta al alma y el espíritu. Se toca este punto porque esta asociado
íntimamente a la muerte.
En la
religión Yoruba el alma es la segunda parte del espíritu, pues al entrar este
en el cuerpo humano, es como si en ese instante que posee un nuevo cuerpo
humano, este se divide en dos. Es decir la parte humana y la otra que permanece
en el mismo cuerpo y que es totalmente espiritual.
Para los
Yorubas el proceso de nacer, morir y volver a nacer, cada vez nos acerca mas al
día (¿juicio final?) en el que Olodumare nos juzgue y después de salir de ese
juicio, nos transformemos en un espíritu de alta luz, tan elevado que seamos dignos
de convivir eternamente con El. ¿Sera esto la resurrección o volver al origen?.
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